«ESCUCHA» una invitación a la serenidad, al encuentro y a la reflexión.
El lema educativo propuesto por Maristas Europa para el curso 2021-2022 nos anima a caminar escuchando, para estar pendiente de las necesidades de las personas y seguir construyendo comunidad a partir del respeto y el cuidado a cada una de las personas.
Comenzamos un nuevo curso y hay que estar ATENTOS y ESCUCHAR bien para poder estar pendientes de las necesidades de las personas que tengo a mi lado y de esta manera seguir construyendo comunidad basada en el respeto y cuidado de los demás y del medio ambiente.
Durante el curso 2021-22, el lema educativo propuesto por la Red Europea Marista nos invita a caminar escuchando. En nuestra vida cotidiana, utilizamos este concepto de formas muy distintas. La escucha es una acción imprescindible para la construcción de sociedades fraternas en las que todas las personas tengan su lugar dentro de nuestra casa común, la Tierra.
Desde nuestro ámbito educativo, queremos dar al lema «Escucha» un enfoque que nos acerque de una forma integral, holística, capaz de abarcar todas las dimensiones y ámbitos de la persona; intentamos escuchar a las personas no sólo con sus palabras, también con sus historias individuales y como parte de un colectivo.
“Escucha” se trata de una invitación a la serenidad, al encuentro y a la reflexión. Después de unos años con lemas educativos de mucho movimiento, proponemos un lema que invite a recoger todo lo que ha sido este trabajo, a modo de síntesis y acogida de lo vivido.
Nos tomamos este año, también, como un “ahora” para ponernos en marcha y generar “movimiento” en nuestras comunidades. Este curso, podemos hacer que las cosas “cambien” en el interior de los niños y las niñas para vivir más “despiertos”.
Los Maristas de Champagnat queremos escuchar con atención plena al planeta, queremos escuchar con atención las voces de la infancia y queremos escucharnos como comunidad y como individuos para poder discernir nuestro camino comunitario y los itinerarios personales que tenemos por delante. Nuestras respuestas a la realidad actual y nuestra misión como Maristas de Champagnat pasan por la garantía sin excepciones de los derechos de la infancia, en especial énfasis al derecho a ser escuchados.
LA ESCUCHA EN EL PROCESO COMUNICATIVO.
El verbo escuchar es un verbo de acción y transitivo. Al ser acción, comporta un movimiento y, al ser transitivo, necesita un sujeto que la realice y algo o alguien que sea escuchado.
Podemos afirmar que para que la acción de escuchar se pueda llevar a cabo, debe estar inmersa en un proceso comunicativo. Para escuchar se necesita algo o alguien que emita un mensaje y alguien o algo que lo acoja.
Como en todo proceso comunicativo, no solo debemos tener en cuenta estos tres factores (emisor, receptor y mensaje), ya que se pueden dar muchos otros elementos más que influyan en la comunicación y afecten tanto a la emisión como a la recepción del mensaje: El código o conjunto de signos que utilizamos, el canal que usamos para comunicarnos (papel, habla, WhatsApp, correo electrónico, las manos…) o el contexto en el que se enmarca la comunicación.
Sabemos que la comunicación no solo puede ser verbal (hablada o escrita) sino también no verbal (gestos, signos, imágenes) y audiovisual (televisión, documentales…). En todas ellas, la escucha, como parte del proceso comunicativo, está presente y es elemento esencial. Entender que la comunicación implica mucho más que la palabra nos obliga a comprender que la escucha es también más que el sentido del oído, es una acción de sentido.
La escucha puede ser un acto creativo, es un arte. La comunicación consiste en mucho más que en mandar mensajes; es importante tener dispuestos otros elementos para que los mensajes puedan ser escuchados y comprendidos con eficacia, así como facilitar una respuesta. Algunas teorías de la comunicación entienden que la mitad del mensaje pertenece al emisor y la otra mitad al receptor. Hay muchos elementos que median en la comunicación y que pueden afectar a los mensajes: la subjetividad de emisor y receptor, por un lado, tiene un impacto muy grande en la manera de cifrar y descifrar el mensaje. Por otro lado, las interferencias del entorno (historia personal, ruido, contexto…) también lo afectan.
LA ESCUCHA: ACCIÓN DE SENTIDO.
Sea cual sea la realidad comunicativa de las personas, escuchar, percibir… son acciones sensoriales. Se trata de percibir con los sentidos un estímulo que viene del exterior. De forma general el sentido del oído sería el más utilizado en cuanto a la identificación de la escucha como recepción de sonidos. No obstante, si entendemos la escucha como la recepción y comprensión de mensajes, el campo sensorial se ve ampliado al sentido de la vista (lenguaje de signos) o el tacto (lenguaje Braille), según realidades concretas. Además, sea del modo que sea, esta escucha afecta al resto de los sentidos y de la persona. Así pues, independientemente de la manera (código y canal) en el que se emite el mensaje, la capacidad de recepción y de escucha deben estar siempre abiertas por lo que se refiere a los estímulos exteriores (e interiores) que recibimos.
Por lo tanto, en este documento y, en general, en el trabajo del lema educativo de este curso, entenderemos la escucha como esta actitud de apertura a la recepción de mensajes. Asimismo, no solo la percepción de mensajes sino su significación, la actitud que comporta y el modo de hacerlo serán objeto de reflexión durante este año.
ESCUCHAR: UNA ACTITUD VITAL
Escuchar, como hemos dicho, no se limita a ser una acción concreta e independiente, sino que se trata de una actitud de vida que tiñe nuestro estar en el mundo, nuestra relación con los demás y con el medio, nuestra interioridad y la vivencia de la espiritualidad o de Dios. Se trata de una capacidad que pone en contacto todas las dimensiones de la persona.
Por otra parte, la capacidad de escucha implica un dinamismo personal: como acción, es movimiento físico, pero como actitud es movimiento interior. Con este lema, que nos pide “escuchar”, queremos desmarcarnos de ese escuchar pasivo de una comunicación unidireccional en el que uno “habla” y los demás “callan” y “escuchan”, sino que todos somos capaces de hablar, de callar y de escuchar.
Una actitud vital de apertura implica prestar atención al exterior y al interior de la misma persona. Aprendemos a escuchar nuestras voces internas al mismo tiempo que a las que hay fuera, y en los procesos de educación integral que llevamos a cabo en las obras maristas tenemos el deber de ayudar a los niños y a las niñas en el descubrimiento de la escucha espiritual.
La oración es un acto de escucha. Es el esfuerzo consciente por alimentar la comunicación con uno mismo, la comunión con los demás y el diálogo con Dios. Esta escucha profunda nos abre a un estar más solidario y pacífico, a un estar en el mundo con plenitud.
ESCUCHAR EN LA CULTURA DE PAZ.
Escuchar a los demás con atención es un acto de generosidad, un acto sencillo de donación a los otros que muchas veces implica poco más (y nada menos) que tiempo.
La intencionalidad de la escucha nos ayuda a diferenciarla de sencillamente oir. Oímos la superficie de los ruidos, las palabras y los sonidos, pero para escuchar con profundidad lo que nos dicen estos ruidos, palabras o sonidos debemos ir más allá, y es ahí donde incluso podremos escuchar el silencio. Escuchar nos permite, precisamente, diferenciar entre los sonidos, el silencio y el ruido. Como parte del desarrollo holístico de las personas, aprender a escuchar es importante para el discernimiento ya que a partir de una actitud de escucha abierta y profunda nos dejamos transformar –en todas las dimensiones- y podemos pasar a la acción.
La escucha evoca una actitud positiva, profunda e intencionada relativa al oído. Diferenciamos entre oír y escuchar como lo hacemos entre ver y contemplar. El lema anual es una llamada a la profundidad en los sentidos porque nos ayudan a vincularnos con la realidad tanto de modo literal como metafóricamente; los sentidos son el enlace entre la persona y el resto del mundo. El cuerpo entero es la caja de resonancia que posibilita el proceso de escucha (mediado por los sentidos), la comprensión (mediada por la conciencia) y la acción (congruente con todo lo anterior y con un proyecto de vida) que caracteriza nuestra pedagogía.
Siguiendo esta metáfora de la escucha vinculada al sentido del oído, entendemos que también podemos vivir con una cierta “sordera”: incapaces de escuchar a los demás, cerrando los oídos para evitar oír o escuchar a Dios o incluso podemos dejar crecer el ruido que nos evite escucharnos a nosotros mismos. “Quien tenga orejas, que escuche”, dijo Jesús, y precisamente debemos basarnos en esa intencionalidad de la acción de escuchar para ofrecer nuestra propuesta educativa transformadora.
ESCUCHAMOS JUNTOS
Escuchar puede ser una acción individual, como hemos descrito, y también puede ser una acción colectiva. Podemos hacer que la escucha activa y respetuosa sea una actitud que marque nuestras relaciones grupales y comunitarias. También podemos escuchar juntos lo que nos dicen los signos de los tiempos para tomar conciencia y crecer conjuntamente, como las comunidades religiosas escuchan sus textos sagrados en comunidad para interiorizar sus enseñanzas y ser consecuentes en la vida colectiva.
La comprensión mútua, como base del diálogo y la empatía, requiere de esta escucha que motiva el lema anual. Todos queremos que nos escuchen, sin embargo no siempre queremos escuchar todo lo que nos dicen. A veces incluso ponemos interferencias a los demás para que no sean escuchados, o nos las ponemos a nosotros mismos para no escuchar a los demás. Dediquémonos este año para crecer en la capacidad de escuchar a los demás y para aprender a escuchar la voz de Dios dentro de nosotros mismos.